Irene Iborra es una rara avis, pero en su sentido más positivo por supuesto. Así, pese a que procede de un negocio familiar de varias generaciones en la horchatería Tío Che, toda una institución de Poble Nou (Barcelona), ha sabido crear su propia heladería con un relato muy diferente a la de sus padres. Su establecimiento, Mamá Heladera, se sitúa justa al lado del de sus padres, y en él Iborra trabaja con un material tan subjetivo y sensible como el de los recuerdos de sus clientes. Su método de trabajo para recabar estos recuerdos es tan original y estudiado como la temática de la heladería. Y lo más interesante es que todo esto se refleja en una vitrina en la que los helados son la pura expresión de la memoria de sus clientes y, por extensión, del barrio.
Entre sus libros de cabecera conviven obras de heladería con autores de la ciencia y la divulgación en sentido amplio, como Harold McGee; de la neurociencia y la neurogastronomía, como Gordon M. Shepherd, Merlín Gessen y Mónica Kurtis; de la gastrofísica, como Charles Spence; de la sumillería, como François Chartier; e incluso de filosofía, como Byung-Chul Han y su obra La desaparición de los rituales: Una topología del presente. Su trabajo creativo se inspira en ellos y otros estudiosos de campos muy diferentes para reforzar un discurso coherente, lleno de encanto.