Namelaka es una nueva marca gallega de helados, fruto de una larga investigación de Rubén Fernández. Su propósito, como él mismo nos asegura, es fusionar helados y postres de sabores tradicionales con nuevas tendencias, adaptando todas sus elaboraciones al mundo helado. "Queremos romper todas tus creencias sobre lo que tiene o debe ser un helado. Revolucionaremos las reglas, y nos cuestionaremos lo establecido manteniendo y entendiendo las raíces, la tradición y la historia para convertirla en evolución. Romperemos las barreras entre lo dulce y lo salado jugando con los perfiles organolépticos de cada elemento, llevándolos más allá; investigando, innovando y desarrollando". Se trata de una marca especialmente pensada para la restauración, la hostelería y el catering, ya que "creamos sabores innovadores para quienes quieren marcar la diferencia en el canal Horeca", afirma.
Fernández, que participó en la última edición del Campeonato de España de Heladería, pasó una infancia y juventud rodeado de cubetas, tarrinas y cucuruchos en el negocio familiar La Fiorentina (Cangas, Pontevedra). Tras años en una pastelería haciendo siempre lo mismo, "mismas tartas, mismos panes, mismos pasteles una y otra vez, tomé la decisión de cambiar de dirección y explorar el mundo salado", explica. Entró a trabajar en un restaurante gastronómico y ahí "conocí el abanico de posibilidades que hay alrededor de la gastronomía, la simbiosis de la comida y la bebida; una experiencia holística. Y, lo más importante, que el mundo dulce y el salado están más conectados de los nos podemos imaginar. El mundo salado está lleno de perfiles dulces y viceversa". Posteriormente, estudió en el Basque Culinary Center y "aprendí a ser totalmente autónomo a la hora de crear sabores, sin necesidad de libros ni recetas... solo tres ingredientes: cerebro, papel y un boli", añade.
A raíz de su trayectoria y de su espíritu innovador, el heladero reúne en Namelaka lo mejor del mundo dulce y salado y ofrece desde sabores de siempre con las técnicas más innovadoras hasta gustos rompedores que muestran que en heladería no hay nada escrito.