Un helado para viajar hasta el recuerdo más romántico de una pareja de novios en su boda, de Irene Iborra (Mamá Heladera), la sensación de probar una nueva generación de sorbetes de naranja explosivos, de Albert Soler y David Gil; y un postre helado que explica una buena historia de Kaliningrado, de Grachev Artem (Restaurante Oblaka). El helado es capaz de unir dos extremos tan opuestos y complementarios como la razón y las emociones. Apela a nuestra parte más racional en el proceso de formulación, y también despierta emociones en la degustación del helado. Es la magia del helado que redescubrimos en un número en el que Irene Iborra es protagonista de la portada.
REVISTA: Arte Heladero 216
La razonable emocionalidad del helado
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