Si bien 2004 fue un año de nuevo repleto de reportajes y recetas de calado, no podemos sino iniciar destacando que Saber y Sabor daba un decidido paso adelante estrenando nuevo diseño y maquetación, mucho más actual y con más y mejores imágenes.

En los siete números de ese año pasaron por nuestras páginas profesionales de la talla de Nacho Manzano (que justo estrenaba La Salgar), Santi Santamaria, Manel Pla y Ferran Adrià, entre otros muchos. Pero es que además, Frederic Bau nos sorprendió a todos mostrando por primera vez cómo se deshacía una esfera de chocolate vertiendo chocolate caliente ante el cliente, Albert Adrià nos enseñó su emblemático postre The Soup, y un joven Jordi Roca nos detalló cómo versionar en dulce distintos perfumes de moda. Incluso iniciamos una maravillosa serie de artículos técnicos en los que el maestro heladero Angelo Corvitto iba desgranando cómo realizar un buen helado en cocina.

Cada uno de estos artículos bien podría haber protagonizado la retrospectiva de este año, pero es que 2004 pasa por ser el año en el que Saber y Sabor comenzó a reflejar que algo muy importante estaba pasando en Barcelona. Una nueva generación de profesionales se había aventurado a abrir establecimientos donde practicaban una cuidada cocina de autor de forma humilde y a precios más contenidos. Estamos hablando de Jordi Vilà y su Alkimia (año 2002, tras sorprender a todos con Abrevadero), Oriol Ivern y su Hisop (año 2001), Xavier Franco y su Saüc (año 2002), Jordi Herrera y su Manairó (año 2003), o Albert Ventura y su Coure (año 2005). Restaurantes de cocinas reducidas y menús brillantes, algo así como una revisión a la catalana de los bistrós franceses. Y por supuesto, un anticipo de lo que estaba por ocurrir en la Ciudad Condal.

Jordi Vilà en Saber y Sabor #68 [Descargar PDF, 9.3 Mb]

En 2004 ahondamos en la cocina de dos de estos chefs: Jordi Vilà y Jordi Herrera, a los que recientemente hemos vuelto a visitar para constatar que pese al paso del tiempo mantienen esa vigencia. Aquí tenéis el largo reportaje que le dedicamos a Alkimia, con platos como el Menjar blanc con trompetas de la muerte y sepia, y el Pato canetón a la naranja con olivas.

Ciertamente, cada uno de los chefs de esta generación tiene un carácter culinario diferente, pero son innegables las conexiones que se pueden establecer entre ellos. Hoy Barcelona es una plaza bulliciosa en cuanto a aperturas, pero hace poco más de una década era una ciudad donde los movimientos eran escasos y grandes, lujosas y emblemáticas casas acaparaban todo el ruido gastronómico. Nuevos aires empezaban a correr por la capital catalana.