Desde sus dos heladerías Caravellé en Guadalajara (México), Carolina Barragán continúa perseverando en sus dos líneas prioritarias de trabajo, helados inspirados en la despensa mexicana y, por otro lado, nuevos ingredientes gastronómicos que permitan ampliar la paleta de sabores de su vitrina. Ambas líneas de trabajo se inscriben plenamente en su voluntad de renovar constantemente su vitrina con nuevos helados y sorbetes con los que sorprender a su clientela.
Dentro de la primera línea de trabajo se enmarca la introducción del helado de carambola con maracuyá, que aúna dos sabores tropicales pero de distinto origen. Así, si de un lado se trabaja con un producto típicamente mexicano como el maracuyá, del otro se combina con otra fruta nativa de Indonesia, Filipinas y Malasia, como la carambola. Un ensamblaje de sabores poco habitual en heladería con un resultado sorprendente.
En esta dirección también hay que situar el helado de coco y lima, un matrimonio de ingredientes que estaba predestinado a materializarse en una heladería que hasta ahora había trabajado por separado con cada uno de ellos en combinación con frutos rojos, como el marmoleado de frambuesa con coco y el helado de fresa con lima. El contraste entre el dulzor del coco y la acidez de la lima es una apuesta valiente y arriesgada para clientes dispuestos a degustar helados poco corrientes, ricos en matices, contrastes y complejidad.
La tercera nueva referencia de la vitrina, el helado de pimienta rosa, se sitúa en la segunda línea de trabajo, centrada en los nuevos ingredientes. En esta propuesta la heladera responsable de este proyecto, Carolina Barragán, vuelve a mostrar que su afán por experimentar no tiene límites y ya es parte consustancial de la identidad de esta interesante heladería de autor.