Una heladería italiana que habla con acento canario del producto local de Tenerife en C’era una volta il gelato, de Davide Frontera; tartas heladas y cubetas que exploran el lado más refinado y ligero del dulce, en clara conexión con la pastelería, en Raquel, de Marcos Elías; helados que se recrean en la diversidad de los aromas lácteos para postres de infarto, de José Montejano; un heladero que sortea las reglas del juego de la formulación en busca de una expresión genuina, en Fauna, de Stefan Ditzend; o las divertidas propuestas de Fernanda Prado, siempre acompañadas de imaginativos toppings. Todos recorren caminos que llevan a claros del bosque, lugares poco transitados por otros en los que se va forjando la identidad de cada profesional y de su heladería. Porque la identidad es aquello que nos hace únicos y, en términos prácticos, es nuestro mejor argumento de venta frente a la competencia. Arte Heladero 212 ofrece ejemplos muy variados de cómo se construye una identidad, el preámbulo para proyectar una imagen de marca atractiva en un sector cada vez más competitivo. Una competitividad que ya no afecta solo a países como España, Italia y Francia, sino también a Hispanoamérica, tal y como podremos comprobar en un amplio monográfico que pasa revista a proyectos muy diferentes. Una realidad que cada vez engloba a más heladerías, que invita al optimismo y que nos desvela la madurez de un sector en el que se van abriendo caminos propios, identidades definidas e imágenes de marca únicas.