A Marc Rodellas le encanta investigar. Sólo hay que hacer un repaso de sus recientes lanzamientos (mini cucuruchos con rellenos de crema de chocolate, un original huevo de pascua con el que se puede jugar al tres en raya…) para constatar que es un chef con afán de innovar y experimentar.

Su última invención, que está sorprendiendo a todo el mundo, ya se puede probar en la Pastisseria Rodellas en Sant Celoni (Barcelona), negocio familiar que dirige junto a su hermano Jordi. Se trata de un turrón eléctrico elaborado a base de chocolate blanco y flor de Sechuán. El pastelero probó hace años esta flor originaria de Brasil y de Perú, más conocida como flor eléctrica, que tiene la particularidad de adormecer el paladar. Le gustó la sensación extraña y divertida que provoca y no ha parado de pensar cómo introducirla en pastelería, hasta que este año se le ocurrió la idea de presentarla en forma de turrón.  Tal como explica, “siempre trabajamos los turrones con las mismas bases, así que desde el mes de agosto no he dejado de realizar pequeñas pruebas” y añade que “ha sido un proceso muy largo y muy difícil, ya que con el chocolate se va el efecto anestesiante, muchas veces pensé en tirar la toalla, pero al final lo he logrado”.

Para su degustación, recomienda dejar que se disuelva en la boca. “Al principio empieza a notarse un picor parecido al de un potente jengibre, después se nota un cosquilleo en la lengua que recuerda a la electricidad”. La duración, explica “depende de la dosis y de cada persona”. Lo que es indudable es que “la sensación es muy potente, no deja indiferente y no a todo el mundo le gusta”. 

Además de este electrizante turrón, Rodellas acaba de lanzar un turrón de cerveza en colaboración con Birrum. “Me gusta mucho colaborar con otros artesanos del pueblo. En verano ya creamos juntos un helado de cerveza que funcionó muy bien y ahora el turrón para Navidad”. De edición limitada, está elaborado con dos cervezas de Birrum: Avaritia, con chocolate blanca, y Superbia con chocolate con leche. El toque amargo, aclara, se consigue “infusionando el lúpulo”.