Tomar decisiones tan importantes como abrir una heladería o, todo lo contrario, cerrar una etapa al frente de un negocio heladero para tomarse un respiro, requieren valor y arrojo, responsabilidad y reflexión. El valor y el arrojo, de un lado, y la responsabilidad y la reflexión, del otro, parecen términos contrapuestos porque los dos primeros podrían hacer referencia a la inmediatez de un carácter impulsivo, y los dos restantes a lo opuesto, a la pausa necesaria para tomar la decisión más acertada en la evaluación de los pros y los contras. Y, sin embargo, ambas parejas de palabras se necesitan mutuamente cuando un profesional se encuentra delante de la tesitura de embarcarse en un nuevo proyecto, o cuando va a dejar las riendas de una heladería para regalarse un tiempo sabático.
Sea cual sea la decisión escogida se convertirá, posiblemente, en un capítulo relevante de su trayectoria y, por tanto, condicionará su desarrollo y evolución profesional. En este número de Arte Heladero celebramos nuevas aventuras empresariales como Maison Marcel, de Andrea Dopico y Franck Wenz; Morreig, de Alba Ruiz Ceamanos y Matthieu Atzenhoffer; y Cloud, de Maurizio Lunardi. También damos la bienvenida a una nueva heladería de Pawel Petrykowski, que esta vez cruza el Atlántico hasta Chicago para seducir con su bagaje a un público muy distinto al de su Polonia natal. Pero también sentimos la más rendida admiración porque todo un profesional como Jérémie Runel haya decidido renunciar a continuar al frente de la heladería que vio nacer junto a sus amigos de la infancia, La Fabrique Givrée. Una decisión muy difícil que toma cuando está en lo más alto de su trayectoria laboral.
Como decíamos, ambos tipos de decisiones son dignas de aplauso y son informativamente relevantes para nosotros porque constituyen ejemplos, referentes de una heladería en pleno proceso de evolución.