Los concursos están de moda en nuestro sector. Tanto es así que empezamos ya a tener casi tantos concursos como productos. Y es que al del Mejor Croissant de Mantequilla, que ya ha cumplido 11 años, se han ido sumando el panettone, la pasta de té, el roscón de reyes, la ensaimada, el pastel de carne, el xuixo de Girona, el pan de pagés, la escultura de chocolate, el sobao pasiego, el helado, la corona de la Almudena, el turrón de almendra, la coca de Sant Joan… En este número de Dulcypas, sin ir más lejos, nos ocupamos de la III edición del Campeonato de España al Mejor Panettone y del Premio al Mejor Xuixo del Mundo. Es indudable que todos estos concursos de carácter profesional aportan un importante valor al oficio artesano. Por un lado, contribuyen a la promoción pública de todos estos productos, se les da visibilidad y se incita a los medios de comunicación a hacerse eco. Y por otro lado, toda competición obliga a los que concurren a prepararse, a dar lo mejor de sí mismos, y de esta forma, lo que termina mejorando es  la calidad media del producto en cuestión. En definitiva, son actividades que dinamizan un sector.

Pero en esto como en todo existe un riesgo de saturación. Obviamente cualquiera tiene derecho a organizar un concurso, pero sería bueno que este girara en torno a un producto de suficiente entidad y que fuera dirigido a un número de concursantes potenciales suficientemente amplio. De lo contrario podemos encontrarnos con concursos menores sobre productos de escaso valor y excesivamente locales, que pueden terminar trivializando el valor de otras competiciones de mayor peso y alcance.
Esperamos que esta lluvia de concursos no provoque una inundación sino que sirva para regar el sector de entusiasmo y contagie el siempre necesario afán de superación.