Empezamos el martes de la pasada semana sobresaltados, una noticia que primero circula tímidamente en redes va tomando cuerpo de ser cierta, Franck Fresson ha fallecido. Con solo 53 años se va uno de los profesionales más respetados de su generación, aunque a la vez más esquivos y misteriosos, una figura difícil de ver en grandes encuentros del sector y poco amiga de los flashes. Pero con quien sí tenía una gran amistad era con el pastelero catalán Jordi Bordas, una figura que conoció en 2007 -sí, antes de ganar la Copa del Mundo, del B•Concept y de muchas otras cosas- y con el que enseguida surgió una amistad alimentada por una pasión común: la pastelería y el afán por innovar, por abrir horizontes. Por eso nos ha parecido oportuno tener una pequeña charla de recuerdo con Jordi Bordas en homenaje al MOF de Metz. Otra manera de aproximarse a la figura de este profesional y de intentar hacerse una idea de su gran aportación en lo profesional, conceptual y estilístico. Cedemos la palabra a Jordi Bordas porque es lo mínimo que podemos hacer por despedirnos de un grande de la Pâtisserie ¡au revoir Franck!
Fotografías de 2015, Inauguración Aula Jordi Bordas, Viladecans (Barcelona)
¿Cómo te sientes Jordi?
Es una pena. (Franck) ha hecho tanto por la pastelería. Lo único bueno dentro de lo malo es que ha sido rápido, muy rápido, que no ha tenido que sufrir durante mucho tiempo. En realidad ha sido un problema de salud (cáncer), detectado solo hace unos meses y con el que su cuerpo ha sido muy reactivo.
¿Cómo definirías la importancia de Franck Fresson en términos pasteleros?
Es una pérdida tan grande, sobre todo para la pastelería francesa. Mi sensación es que su aportación no ha sido reconocida todo lo que se merecería para lo que ha llegado a hacer. Es un pastelero que fue MOF y que ha desplegado una de las vitrinas más espectaculares de su momento, no la veías en ningún sitio. Porque además de ser MOF ha tenido ese espíritu viajero, ha ido mucho a Japón y esto le ayudó en seguida a tener una visión más amplia, también podríamos decir más mediterránea, consiguió que la pastelería francesa ampliara sus horizontes, en cierta medida era un pastelero transgresor.
¿Fue así hasta el último día?
En los últimos tiempos hizo ya como una especie de retirada, de hacer lo mínimo para que su casa funcionara y de plantearse la vida de otra manera con otra residencia más al Sur.
¿Qué más nos puedes contar de Fresson?
La verdad es que era una persona muy emocional y apasionada, algo que podían comprobar sus amigos y personas cercanas. A mi me ha ayudado muchísimo.
Recuerdo que llegué a su pastelería por primera vez en 2007, me presenté comentándole que me habían recomendado el sitio. Cuando probé su pastel de chocolate con leche y yuzu me pareció alucinante e inspirador, fue el punto de partida de todo el trabajo que hice luego sobre el yuzu. Tenía una vitrina que no se veía en ningún sitio de París. Creo que en el sector había cierta envidia por los productos que desarrollaba. Fue mi fácil forjar una amistad con él, y él no dudó en más de una ocasión de ayudarme, incluso cuando le pedí que viniera a la presentación oficial del Método B•Concept, lo dejó todo y se vino. Fue como mi padrino emocional.
¿Sin embargo era más bien esquivo con los medios?
No le gustaban los medios de comunicación, no los entendía. Prefería mantenerse al margen. Era muy auténtico y no tenía pelos en la lengua, decía siempre lo que pensaba. No le importaba romper moldes e incluso desmarcarse de una asociación a la que pertenecía del calibre de Relais Desserts. Quizá eso también le hizo ganarse enemigos o cuanto menos cierta leyenda de figura incomprendida o intratable.