Una de las frases que más hemos escuchado después de la victoria de Lluc Crusellas en el World Chocolate Masters es que “los planetas se habían alineado”. Hacía referencia al cúmulo de circunstancias que han llevado al joven catalán hasta la victoria. Circunstancias personales, como la juventud, la ausencia de compromisos personales y la energía incombustible del candidato; circunstancias laborales, como el estar trabajando en un negocio que no solo dio libertad para preparar una competición de estas características, sino que asumió los elevados costes de una participación que encima iba a por todas; circunstancias del entorno de Lluc, como el haberse rodeado de un equipo lleno de talento que le condujo con mano firme hasta lo más alto; circunstancias organizativas, como la ventaja de que la dirección del World Chocolate Masters tuviera un marcado acento nacional, y el hecho de residir a pocos kilómetros de la Chocolate Academy española. Hasta circunstancias providenciales. Y es que los que estuvimos ahí y vimos el trabajo del japonés, pensamos que pudiera haber disputado el título de no haber roto su pieza artística el primer día. Todo esto dio como resultado un momento único, un hito histórico, algo que no había ocurrido nunca en los 17 años de historia de la competición.
Otra analogía astrológica que se nos ocurre además de la planetaria es la del Cometa Halley, que orbita alrededor del sol y cuya elipsis tarda 75 años en completarse. ¿Pasará lo mismo con Lluc? ¿Tendremos que esperar 75 años más para volver a ver a un profesional de nuestro país asombrar a todo el mundo en una competición de élite internacional? 75 años quizá sea ponernos muy aciagos, pero no olvidemos que hay que retroceder más de una década para encontrar una gesta similar.
Esperemos que el efecto de contagio que ha generado Lluc Crusellas con su victoria, que ha reverberado por todo el país y que ha alcanzado a todas las esferas públicas, profesionales y generalistas, sirva de inspiración e hilo de continuidad para que no se convierta en un hecho aislado y solitario. Por el contrario, que suponga el disparo de salida de un fenómeno habitual y acorde al talento que nos rodea: ver a la pastelería española brillar en cualquier lugar del mundo. Y para poner nuestro humilde granito de arena en dicho propósito contagioso, el último número de la revista (ver portada y sumario) va especialmente dedicado a la victoria del chef de El Carme. ¡Contágiense!