Aunque estamos hartos de escucharlo, quizá nunca como en ahora hemos tomado tanta conciencia de cuan cierto es aquel dicho de “nada se está quieto”. La agitada situación actual nos empuja hacia un futuro incierto y nos produce la sensación de que cualquier tiempo anterior a la pandemia queda muy atrás, en ocasiones, exageradamente lejano. Pero ¿hemos cambiado tanto? Probablemente sí y no al mismo tiempo, porque la ilusión y la pasión por el trabajo bien hecho y por la felicidad que producen nuestras creaciones siguen intactas.
Sin embargo, los nuevos proyectos se suceden. A veces la realidad se impone a cualquier resistencia, como es el caso de Fleca Balmes, que mira adelante después de la muerte de Eduard Crespo, y comprobamos que lo hace con una Georgina nostálgica pero fuerte y entusiasmada. O como el de Rocambolesc, el proyecto heladero de Jordi Roca y Alejandra Rivas, que se diversifica prestando atención a la confitería de toda la vida, transformándola con su renovada y desenfadada personalidad.
Pero nuestro principal foco de atención en este número está en Chile. Un país que en palabras del propio Hans Ovando, no contaba años atrás con unos referentes de formación en alta pastelería de suficiente nivel, lo que obligaba a sus jóvenes más inquietos a viajar al extranjero para formarse. Fue su caso, pero también el de otras figuras que hoy se juntan en DPAS para mostrar el brillante resultado de su periplo y para exhibir que estamos ante una generación de profesionales del dulce que cada vez va a más. Nada se está quieto, en Chile tampoco, y nos congratulamos de ver ese talento floreciente propagarse.
Así da gusto cambiar.