Después de 130 años de saga panadera y de 50 años de historia en Barcelona, Forn Gil aprovechó el 2021 para dar un salto hacia adelante en todos los sentidos, con motivo de su relevo generacional. Gerard Gil y Esther Real son los encargados de dar ese nuevo brío al negocio centenario, y lo hacen por todo lo alto, con reforma profunda del local madre, en el Clot barcelonés, y con una apuesta descarada y renovada de su oferta de bollería y pastelería. El resultado, como mostramos en Dulcypas 489, no se ha hecho esperar y desde el minuto uno de la reapertura la clientela se ha entregado a esta nueva etapa donde todo luce diferente, desde los panes de siempre hasta los pasteles de autor firmados por Esther.
El pan puede tener esa apariencia atemporal, ser “el de siempre”, pero el propio padre de Gerard, Antonio Gil, ya prácticamente retirado, reconoce que todo ha cambiado mucho, empezando porque ahora hay un acceso a la información y una innovación tecnológica de la que él no pudo disfrutar en su día. Tampoco la situación de hoy tiene nada que ver con la de hace 40 años. La misma familia Gil, que partió de Reus para abrir diferentes hornos en distintas localidades catalanas, apenas conserva hoy abiertos los locales del propio Forn Gil directamente. Y qué decir del resto del sector, infinidad de panaderías clásicas de toda la vida han cerrado a la vez que se multiplican por todos los rincones de las ciudades docenas de despachos y puntos de venta de pan de los que a menudo se hace imposible rastrear su verdadero origen más o menos artesano.
Es en ese paisaje cambiante en el que Gerard Gil y su pareja, Esther Real, deciden marcar perfil propio y reformar profundamente su tienda madre dándole un nuevo aire a la exposición de los productos. El espacio se moderniza de la mano del interiorista Construcciones Cruz, y cada familia de producto goza de su zona exclusiva, donde las especialidades de la casa brillan como nunca antes, haciendo de la exposición individual de cada producto un valor que antes quedaba empañado por una filosofía de exposición clásica, más “a granel”.
La singularidad de la oferta de bollería y pastelería
Con la entrada en el negocio de Esther Real, la bollería se ha ampliado y mejorado ostensiblemente, con una extensa gama de croissants frescos de distintos rellenos como producto top. Además se diversifica la gama de brioches o de productos de divertidos formatos saborizados con cremas, pralinés y gelificados elaborados en la casa. En realidad esta familia de productos se convierte en el espacio compartido entre Gerard y Esther, el especialista en masas y la pastelera, que aporta toda clase de rellenos y complementos a cada producto. Esther Real descubrió su pasión por la pastelería en Hofmann, donde primero se formó y luego ingresó en su equipo de producción, pasando cuatro intensos años y compartiendo experiencias al lado tanto de Eric Ortuño primero como de Miquel Guarro después. Su siguiente parada fue el equipo de La Dolça de ElBarri de Albert Adrià, donde en realidad no pudo pasar mucho tiempo porque enseguida llegó la pandemia y se cerró todo. Su relación sentimental y profesional con Gerard Gil ha empujado el cambio que está viviendo ahora Forn Gil, especialmente en la oferta de pasteles. Diseños elegantes, poniendo muy de relieve el producto fresco y gozando de una vitrina separada que atrae la atención de cada vez más clientes del local, incluso los hay que vienen expresamente para disfrutar de sus cheesecakes, de la popular sacher, la bonita lemon pie o de tartas como las que comparte con nosotros en estas páginas, que rinden culto al cacahuete caramelizado o que quedan envueltas en un “orgánico” hojaldre.
Renovación bien asentada
Son el tándem perfecto que protagoniza la nueva etapa de Forn Gil. Ambos han pasado etapas previas centradas en sus estudios universitarios en gestión y administración de empresas. Pero han vuelto a un oficio que les apasiona por su creatividad, por el valor de las habilidades manuales y por la recompensa de un público incondicional que disfruta sus propuestas. Forn Gil cuenta con tres tiendas en total, además de un obrador que dirige el hermano de Gerard y una tienda en el L’Hospitalet con la que colaboran. Son un total de 30 empleados y afrontan el futuro con ilusión. El secreto de esa ilusión es tan simple como inútil ocultarlo: apostar por la calidad en todas las facetas de productos y que cada especialidad goce de todo su protagonismo. “Esta es nuestra apuesta”, aclara Gerard Gil, “no queremos 20.000 tiendas ni hacer 20.000 cosas, pero si una buena estructura y que cada cosa que hagamos esté bien hecha.”
“No queremos 20.000 tiendas ni hacer 20.000 cosas, pero si una buena estructura y que cada cosa que hagamos esté bien hecha.”